martes, 9 de diciembre de 2014

Microrrelato nº 64: El efecto

            Con paciencia y delicadeza orientales, escribió mil veces el kanji “deseo” en las alas de su más preciada mariposa. Luego subió al edificio más alto de Hong Kong y, orientándola hacia el punto cardinal exacto,  dejó que batiera las alas una sola vez antes de aplastarla de un manotazo. Una semana después, al otro lado del océano,  se desencadenó un caos de orgías masivas de inenarrable violencia; pasó por encima de ciudades y aldeas, dejando tras de sí un rastro de multitudes desnudas y desorientadas, que jamás comprendieron qué les había ocurrido.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Microrrelato nº 63: Serguéi, el naufrago

     El amor es un engaño, una estéril falacia de la mente. Para el cosmonauta Serguéi Grigoriev, sólo eran impulsos eléctricos que saltaban entre neuronas.  Al menos eso solía decirnos, al resto de tripulantes de la estación espacial MIR, mientras comíamos o realizábamos labores de mantenimiento. Nosotros guardábamos silencio e intercambiábamos miradas de complicidad. Todos sabíamos que, cada domingo al pasar por las coordenadas 39,54 N, 4,17 E,  Serguéi salía fuera embutido en su traje espacial y, cuando pensaba que nadie miraba, sacaba de no sé dónde una rosa y una carta. Las empujaba suavemente hacia abajo y se quedaba ahí, inmóvil, viendo como se hundían lentamente en la atmósfera azul y blanca.


lunes, 24 de noviembre de 2014

Microrrelato nº 62: El truco

           Antes de que vuelva papá al escenario hay  que cepillar su levita, retocarle el maquillaje y rellenar la chistera con los animales para el próximo número.
          - Mamá, entonces ¿papá no hace magia de verdad? -pregunta Pedro.
          Ella le mira un segundo con la cabeza ladeada.
          - Claro que no, cariño. Es sólo un truco. Pero vamos, date prisa.
          Pedro retiene una lágrima de desilusión y empieza a meter los leones y los elefantes en la chistera.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Microrrelato nº 61: Un avioncito de papel surca el aire



           El niño que sonríe desde el portarretratos tiene la cara sucia de chocolate.  Ella le da un golpecito, casi distraídamente, y ve como cae de la mesa y se hace añicos. Recoge la foto, le sacude los trocitos de cristal roto y baja a la calle. Camina largo tiempo bajo la azulada luz del alba, entre  ruinas y cascotes.  Al llegar a la trinchera,  saca la foto y empieza a doblarla. Con parsimonia, un pliegue, después otro, sin hacer caso de  los gritos, ni ver los fusiles que  asoman, histéricos, desde el otro lado de la alambrada. Entonces, casi al mismo tiempo,  escuchamos un disparo, una mujer deja de llorar y un avioncito de papel surca el aire sobre las cabezas de los soldados.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Microrrelato nº 60: Cuentos de la sombra

           Me preguntas porqué escribo aun mis cuentos a lápiz. Te lo voy a explicar, aunque probablemente no me creas: Lo hago porque dentro, en su corazón de grafito, habitan, apiñados,  los fantasmas de los personajes que algún día inventaré. Y si acerco bien la oreja puedo oírlos pelear entre ellos por estar en primera posición, cerca de la punta de carbón.  Algunos incluso me hablan, me cuentan su historia antes de que yo la invente. Tengo a algunos de ellos encerrados bajo llave en una cajita de madera, allí en lo más alto de la estantería. A veces los escucho agitarse, quejumbrosos, dentro de su prisión. Si te atreves, te presto alguno.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Microrrelato nº 59: La mano derecha



                Hubo un día, hace años, en que tuve una cámara fotográfica en la mano derecha y una pistola en la izquierda. La foto que hice dio la vuelta al mundo. Un grupo de soldados serbios, a las afueras de Kosovo, violaba a una niña musulmana. Hoy, quince años más tarde, tengo esa fotografía en la mano izquierda y la pistola que entonces no usé, en la derecha.

sábado, 17 de mayo de 2014

Microrrelato nº 58: Ninfa

     Dentro sólo tengo cenizas, decía mamá con la boca seca. Por entonces ya ni salía a la calle. Se arrastraba por la casa devorando Palo Santo. Dormía y engordaba. Una mañana, la policía se llevó a papá y ella se ahorcó de la lámpara del comedor.  Y ahí se quedó, endureciéndose. Cuando eclosionó hubo cenizas por todas partes. La mujer que salió de dentro tiene la sonrisa como galletas recién horneadas. Estamos tan contentos de tenerla en casa, que casi ni nos fijamos en las alitas de polilla que le asoman por la nuca.