martes, 30 de agosto de 2011

La paciencia del bronce

La estatua de la plaza, tras años de resignación, amaneció hoy con una paloma muerta en la mano y una sonrisa en los labios de bronce.

lunes, 29 de agosto de 2011

Foto de familia

–Papá, por favor, no te hagas muchas ilusiones –te ruega Amy, que está cerca de la ventana, mirando con aire escéptico el enorme paquete que ha traído el cartero.

Pero tú no la oyes. Con manos ansiosas, abres el embalaje y colocas su contenido sobre la mesa. Es un objeto cúbico de madera, parece una radio antigua, pero no lo es. Es una cámara fotográfica, una muy particular: una “cámara de espectros”. Fabricada en 1937 por el empresario noruego Thorleif Sviland según una patente de Ralph Ring, discípulo aventajado del mismísimo Tesla.

–Sólo se fabricaron cuatrocientas unidades –explicas–. Esta, en concreto, estaba acumulando polvo en los sótanos del museo antropológico nacional de Florencia. Con ella –exclamas sin disimular la excitación–, se tomó la famosa fotografía de la monja fantasma de la Rectoría Borley.

–Todo eso son patrañas –replica Amy con tono suplicante–, déjalo ya, papá.

Das un golpe sobre la mesa, e insistes, casi suplicante:

–Cariño, todos creen que estoy loco… Déjame intentarlo, al menos.

–Como quieras –acepta Amy, que se acerca flotando. Al pasar frente a la ventana, la luz la atraviesa como si fuera de cristal–. Este es mi lado bueno.

(microrrelato ganador del concurso quincenal del ojo crítico)

El mandril manco

Si un día visitas el mercado de Malabo, que alguien te cuente la historia del mandril manco. Te dirán que apareció de repente una ajetreada mañana de agosto. Que no hacia caso de las miradas recelosas de los vendedores, ni de los niños selváticos que le lanzaban piedras. Que, cuando pasó junto a la parada de frutas, ni se inmuto ante las olorosas bananas. Siguió su camino, despacio, con los ojos entornados. “Míralo, si parece un santo” dijo el frutero. Te contarán que pasó frente al pescado, la carne, los cueros y las artesanías. Y que, para entonces, todo un cortejo seguía al mandril manco. Algunos, curiosos, y, los más, ya en actitud devota. No fuera que el frutero tuviera razón, y el mandril no fuera un mandril, sino un santo o un espíritu del bosque. Se detuvo frente a la parada de animales disecados y se sentó sobre la cabeza del león, todo su séquito se sentó también. Cuando el mandril manco cerró los ojos y un rayo de sol le iluminó el rostro, hubo exclamaciones de puro éxtasis místico. Exclamaciones que pararon de golpe cuando el mandril se levantó, se dio la vuelta y se fue caminando como había venido, despacio, con los ojos entornados. Pero ya nadie se fijaba en él, todos miraban ahora el humeante excremento sobre la cabeza del león.

sábado, 27 de agosto de 2011

El del otro lado

Vi que estaba en el lado equivocado cuando tiré una piedra al espejo y se resquebrajó todo a mi alrededor.

viernes, 26 de agosto de 2011

El parque de las estatuas

Hace semanas que no pienso en otra cosa. Y al fin aquí estoy.
Esa era nuestra mesa, junto al fuego y frente a la ventana que daba al parque de las estatuas. Doña Eleonora nos hacia unos ravioli que te dejaban sin aliento. Después charlábamos y bebíamos martinis hasta que nos echaban, ya entrada la madrugada.
Terminamos la universidad y él encontró trabajo en Brasil, a mi me becaron en París. Aquí hicimos la cena de despedida. ¡Vaya fiesta! Ibamos a mantener el contacto, pero al final ya se sabe...
Al entrar, pregunto por Doña Eleonora a una camarera con tres peircings en la misma oreja. No ha oído hablar de ella, dice. Pase por aquí, su mesa ya está lista. Miro por la ventana, el parque de las estatuas es ahora una gasolinera. Me siento y pido un martini. Dentro de la chimenea hay un deshuminificador, me lanza aire frío a las piernas.
Consulto la hora, todavía tengo tiempo. Apuro el martini y escribo una nota en la servilleta.
Un minuto después estoy en un taxi. Marco el numero de casa. Cariño, digo, la reunión se ha anulado.