lunes, 29 de agosto de 2011

Foto de familia

–Papá, por favor, no te hagas muchas ilusiones –te ruega Amy, que está cerca de la ventana, mirando con aire escéptico el enorme paquete que ha traído el cartero.

Pero tú no la oyes. Con manos ansiosas, abres el embalaje y colocas su contenido sobre la mesa. Es un objeto cúbico de madera, parece una radio antigua, pero no lo es. Es una cámara fotográfica, una muy particular: una “cámara de espectros”. Fabricada en 1937 por el empresario noruego Thorleif Sviland según una patente de Ralph Ring, discípulo aventajado del mismísimo Tesla.

–Sólo se fabricaron cuatrocientas unidades –explicas–. Esta, en concreto, estaba acumulando polvo en los sótanos del museo antropológico nacional de Florencia. Con ella –exclamas sin disimular la excitación–, se tomó la famosa fotografía de la monja fantasma de la Rectoría Borley.

–Todo eso son patrañas –replica Amy con tono suplicante–, déjalo ya, papá.

Das un golpe sobre la mesa, e insistes, casi suplicante:

–Cariño, todos creen que estoy loco… Déjame intentarlo, al menos.

–Como quieras –acepta Amy, que se acerca flotando. Al pasar frente a la ventana, la luz la atraviesa como si fuera de cristal–. Este es mi lado bueno.

(microrrelato ganador del concurso quincenal del ojo crítico)

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