Cuando ya estaba
resignada a que me trataras como un mueble más… Ay, tú no sabes cómo añoraba
esas miraditas que me echabas cuando éramos novios. Hambrientas. Como si
quisieras comerme allí mismo. Luego, con los años, dejaste de mirar así. Al
menos, a mí; porque a las otras bien que las mirabas. Y, un día, aquella chica que caminaba como
drogada te mordió. Y el doctor dijo que estabas infectado. Y el cura se santiguó
y dijo que te volara la cabeza. Pero yo no puedo. No ahora que vuelves a
mirarme así. Como si quisieras comerme aquí mismo.