-¿Qué le pasa al avión, papá? -pregunta Javier- ¿Por qué no vuela?
Le digo que se tranquilice, que voy a revisarlo. Con cuidado, lo despliego hasta que vuelve a ser una hoja de papel cuadriculada. La miro al trasluz. Aquí, señalo. Javier aprieta los labios y asiente. Saca su estuche y corta un trozo de celo. Lo coloca sobre el folio tapando una pequeña brecha. Y volvemos a montarlo: Primero el fuselaje, luego las hélices, los motores y los asientos, finalmente los pilotos y las azafatas. Javier lo coge con dos dedos y le echa el aliento a la punta. El piloto le hace una señal, él mira hacia la torre de control. Cuando tiene pista libre, lo lanza. Destino Tokio.
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