La
barba pincha al principio, es verdad. Pero, ¡ay, hijas mías!, esos
labios, dulces como bienaventuranzas, os transportarán al reino de
los cielos, dice la madre superiora, que se santigua y eleva a las
alturas una mirada que parece una plegaria. Luego se pone de
puntillas y besa los pies de mármol blanco. Las novicias lanzan
suspiros de devoción mientras se empujan las unas a las otras para
estar lo más cerca posible del crucifijo. Ahora, eso sí, continúa
aleccionando la madre superiora, tened cuidado con los agujeros de
sus manos, las manchas de sangre en el hábito son muy difíciles de
lavar.
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