martes, 1 de mayo de 2012

La coleccionista


Cuando el joven se durmió al fin, ella se levantó y le besó suavemente los labios.  Él entreabrió los ojos. Ella regresó  a su asiento, se alisó la blusa con la palma de la mano y simuló estar absorta en la contemplación del paisaje.  El joven se incorporó en su asiento con  un gruñido de desentumecimiento, estiró el cuello y miró en derredor. El vagón, a parte de ellos dos, estaba desierto. Ella vio, por el rabillo del ojo, que se tocaba los labios con los dedos;  y no pudo reprimir una sonrisa al intuir la mirada del joven sobre ella.
–Próxima parada, "estación del norte" –tronó una voz desde los altavoces del vagón.
Él se levantó y,  sin apartar su mirada de ella, cogió su mochila y se la puso. Ya fuera, en el andén, se detuvo un instante, luego se giró con determinación hacia la ventana del tren.
Ella le sonrió y, agachando la cabeza, se puso a escribir en una libreta: “10 de abril. Estación del norte. Pelo castaño, ojos tristes, camisa a rayas. Perplejo número 303”

No hay comentarios:

Publicar un comentario