sábado, 25 de febrero de 2012
Jugando con el gatito
Hunde el gatito en el barreño de agua helada. Lleva años reprimiéndose, portándose bien. Pero hoy se merecía un capricho. Hay que celebrar que le han dejado salir. Se queda quieto durante unos segundos, relamiéndose, paladeando el goce, casi sexual, de notar entre sus dedos la lucha agónica de la vida; el chapoteo desesperado de los primeros momentos es lo mejor –hijos de puta, ¿de dónde sacarán tanta fuerza?-. Luego llega, siempre demasiado pronto, la distensión, el final. ¡Todavía no! Prolongar la agonía, recuerda, formaba parte del juego. Saca al gatito del barreño y, al escucharlo, siente una punzada de decepción. Este no maúlla. Sólo lloriquea.
martes, 21 de febrero de 2012
Lepidópteros cabreados
Todo comenzó con aquel portazo. La sensación en el estomago, como un ligero aleteo, que había sentido los últimos meses, se tornó de pronto en una leve incomodidad. Cuando vi su armario vacio, empeoró. Y esa noche, al notar el frío en su lado de la cama, me retorcí y grité agarrándome las rodillas. En el hospital me hicieron todo tipo de pruebas. Y un sesudo doctor, al ver la ecografía, me aconsejó operarme sin perder más tiempo. Está usted infestado, sentenció. Accedí enseguida, todo con tal de librarme de ese dolor.
Cuando, a la mañana siguiente, desperté de la anestesia, me sentía débil pero aliviado. La enfermera, que estaba comprobando el goteo, vio que me removía y sonrió. De buena se ha librado, dijo señalando con la barbilla una caja de entomólogo encima de la mesilla, todo eso tenía usted dentro. Al cogerla vi que contenía una docena de pequeñas mariposas con las alas clavadas. Cada una de ellas tenía una diminuta boquita con filas de afilados dientes.
sábado, 18 de febrero de 2012
Sabotaje naranja
Ese señor que coloca la escalera y los botes de pintura bajo el gran tiburón blanco es Don Ramón.
-Ese soy yo, un placer.
Don Ramón es el guardia más veterano del Museo de Historia Natural y sabe todo lo que pasa aquí dentro. Sabe, por ejemplo, que el director se excita espiando a los grupos de escolares.
-Al cabronazo, le encanta ver sus caras de pánico cuando se topan con esas mandíbulas abiertas.
Don Ramón sabe que, dentro de cinco horas, entrará por esa puerta su nieta de cuatro años, con su clase de preescolar.
-Es un encanto de niña. ¿Sabe usted que se sabe de memoria todos los diálogos de esa película de dibujos, la del pez naranja?
¿Buscando a Nemo?
-Sí, esa.
Don Ramón mete la brocha en el bote y la saca chorreante y naranja.
Mientras se encarama a la escalera, sonríe imaginando la expresión de la niña.
-Y la del director también.
La musa sonríe
Se ensucia con chocolate los dientes de perla. Se embadurna con brea la cabellera rubia, como de oro trenzado. Con carbón, se frota las mejillas, pétalos de rosa en un atardecer. Las mariposas de porcelana que son sus manos, las ensucia con barro. Y sus senos, que por lo visto son como luceros que en el firmamento brillan, los oculta confinándolos bajo una faja. Se contempla en el espejo y así, sonriendo, sale al balcón. Esta vez, los jodidos poetas lo tienen crudo.
viernes, 10 de febrero de 2012
Recapitulación
Y vuelve a sentir bajo
los pies el leve temblor de las vías. Y enseguida, la misma locomotora de
siempre, como una bestia furiosa, emergiendo del túnel entre nubes blancas. Cierra
los ojos justo antes del impacto. Y su
vida pasa frente a sus ojos. Y regresa al principio: Al nacimiento, la
infancia, la adolescencia. Y revive todo de nuevo. Y la angustia le consume, la
angustia de saber siempre lo que vendrá a continuación, de no poder cambiar
nada, ni un ápice. Luego,
inevitablemente, Miriam. Sabe que, junto con ella, vendrá el amor
desgarrado. Y luego la confusión, el sufrimiento. Y, de nuevo, aquella noche, aquella
fiesta en que vio lo que nunca debió ver. La noche en que corrió sin rumbo,
loco y borracho. La noche en que pudo
elegir. Pero vuelve a elegir lo mismo que elige siempre. Y se encuentra de
nuevo allí de pie, frente a la oscura boca del túnel. Y vuelve a sentir bajo los
pies el leve temblor de las vías…
sábado, 4 de febrero de 2012
La cura de la neurosis
Que sea lo que Dios
quiera, piensa Mar levantando, temblorosa, el pie. Papá y mamá la miran con un
brillo de esperanza. Pero Mar mantiene el pie en alto y pregunta: ¿Seguro que
no pasarán cosas horribles si piso la línea entre las baldosas? ¡Mar, claro que
no!, espeta papá, con un deje de irritación.
Mar cierra los ojos y baja el pie, pisando con fuerza. Nota que el piso
tiembla y abre los ojos. En el lugar donde antes estaba mamá sólo hay un
boquete humeante. Papá, lívido, se ha caído de culo. Mar frunce el ceño y,
mirándole a los ojos, levanta despacio el otro pie.
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