Que sea lo que Dios
quiera, piensa Mar levantando, temblorosa, el pie. Papá y mamá la miran con un
brillo de esperanza. Pero Mar mantiene el pie en alto y pregunta: ¿Seguro que
no pasarán cosas horribles si piso la línea entre las baldosas? ¡Mar, claro que
no!, espeta papá, con un deje de irritación.
Mar cierra los ojos y baja el pie, pisando con fuerza. Nota que el piso
tiembla y abre los ojos. En el lugar donde antes estaba mamá sólo hay un
boquete humeante. Papá, lívido, se ha caído de culo. Mar frunce el ceño y,
mirándole a los ojos, levanta despacio el otro pie.
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